Maestra de Educación Infantil
Enseñarles a «vivir en la Jungla»
¡Cuántas veces hemos sentido temor por pensar cómo nuestros hijos se desenvolverán en la vida!
Preguntas como: ¿sabrán enfrentarse a sus dificultades, a sus carencias?, ¿solucionarán sus problemas?, ¿se relacionarán bien?, ¿sabrán elegir bien sus amistades?, ¿serán responsables?, ¿reaccionarán correctamente ante cualquier situación?…
Los primeros años de vida necesitan de toda nuestra atención las 24 horas del día; cubrir sus necesidades básicas depende de nosotros. El aseo, la alimentación, el bienestar general… es parte del gran trabajo que tenemos como padres y madres. Desde que nacen tenemos un instinto de protección tal, que haríamos lo que fuera por encontrar la pócima secreta para que nuestros hijos fueran felices, buenas personas y que no sufrieran.
Y es que esto último es lo inevitable y lo que más nos cuesta entender. El sufrimiento será parte de la vida de nuestros hijos e hijas, nos guste o no.
No conseguir algo deseado, que te digan no, la no inmediatez, no salirse con la suya, la verdad sin adornos, frustrarse, equivocarse, cometer errores…hará que aprendamos a convivir, en ocasiones, con esa sensación. Y digo aprendamos, porque será un aprendizaje personal para todos, hijos y padres/madres. Ellos desde la primera fila y nosotros desde atrás, acompañando.
Sin embargo, a veces, seremos nosotros mismos los que no sabremos cómo enseñarles a desenvolverse en los diferentes escenarios de la vida: el colegio (estudio, deberes), sus relaciones personales, trabajo etc.
“Yo no quiero que mi hija pase lo que yo pasé”, “a mí así no me fue mal”, “le quiero dar todo lo que yo no tuve”, “me ha costado mucho tener a mi hijo y le quiero proteger”, “no quiero que sufra por la separación” serán frases que se repitan en nuestro interior con la intención de protegerles de lo que creemos que está a nuestro alcance.
Nuestra gran tarea será acompañarles y no sobreprotegerles
Cuando sean pequeños podremos salir corriendo en sus caídas para levantarles sin darles la oportunidad de que lo hagan ellos solos; podremos darles lo que quieren para que no lloren y no molesten cuando necesitamos los adultos tenerles entretenidos; podremos hacer sus tareas pensando que no son capaces de hacerlas por falta de autonomía o más bien porque necesitamos tenerlo todo controlado. Adornaremos la realidad para que no lo pasen mal, para que no sufran y todo porque pensaremos que es lo mejor para ellos; porque lo que está claro es que no hay nadie que eduque pensando que se equivoca, que lo hace mal o que sabe que está perjudicando a su hijo.
Pero ¿qué pasará cuando todo esto se nos escape de las manos?,¿cuándo vayan creciendo y no podamos controlarlo todo?
Que en vez de proteger, habremos creado una sobreprotección que no le permita saber cómo actuar cuando no estemos delante; sin estrategias ni herramientas. Serán niños incapaces de tomar decisiones por sí mismos, dependerán del adulto por miedo a equivocarse. Y si lo hacen, no controlarán esa ira que no han aprendido a gestionar.
Nuestra labor será lograr desarrollar su autonomía y saber cómo modificar como padres y madres aquello que queremos mejorar. La confianza en nuestros hijos será primordial y si sienten esa seguridad por nuestra parte tendremos el trabajo hecho.
La familia: vínculo de armonía y bienestar
Imprescindible será tener un ambiente familiar idóneo, al igual que una misma línea en común por parte de todos los adultos que intervienen en su educación.
Además, no deberemos normalizar actuaciones inadecuadas por parte de cualquiera de nosotros y no podremos olvidar nunca que somos el ejemplo que se refleja en las actuaciones de nuestros hijos.
Y si a todo esto le ponemos amor, comprensión, paciencia y constancia tendremos los ingredientes perfectos para que todo salga bien.
Si piensas que estás en el camino correcto sigue así, verás en el tiempo a modo de recompensa todo lo que has logrado. Notarás como tu hija, con sus defectos y sus virtudes, se enfrenta a sus pequeñas grandes batallas. Respeta la edad en la que esté y escucha, acompaña y guía. Necesitan sentir que tienen nuestro apoyo.
Si te sientes identificado con algunas de las acciones que acabas de leer (sobreprotección, dependencia del adulto, falta de autonomía…) para, reconócelo, reacciona y cambia.
Contrasta información con amigos, familiares y profesores; seguro que entre todos te podrán aconsejar.
Y si crees que no controlas la situación, no te sientas mal, lo haces lo mejor que sabes ¡pide ayuda! Los profesionales serán los que te harán reconducir el problema y te darán pautas para alcanzar el verdadero propósito de esta reflexión.
Enseñarles a vivir en la Jungla
Así es ,Tal cual ! Gran artículo