Laura Peón

Laura Peón

Maestra de Educación Infantil y Escritora

8 de septiembre de 2021

¿Leemos un cuento?

¿Quién no se ha enfrentado como padre a la pregunta “mamá/papá, leemos un cuento antes de dormir? Para algunos, esta frase puede ser como música para sus oídos, saben que el momento del cuento pone fin a un largo día de juegos, travesuras y no parar, para otros puede significar un momento íntimo y tranquilo de disfrute entre padres e hijos. En algunos casos es sinónimo de “nana” para dormir, el camino que los lleva directos a los brazos de Morfeo. Hay quien lo toma como un mero trámite dentro de una rutina pautada, algo que hay que hacer, sin darle mayor importancia.

Independientemente de lo que en cada casa signifique a corto plazo esta invitación, casi sin ninguna duda es un éxito a largo plazo en muchos aspectos de su vida.

Ayuda a mejorar la atención, la concentración y la memoria de los más pequeños, de ahí discurre la importancia de utilizar siempre libros e historias adecuadas para cada edad.

Diversos estudios psicológicos han concluido que, lo que se conoce como “estimulación temprana”, tiene grandes beneficios para los pequeños que adquieren el hábito de la lectura durante las primeras etapas de su vida. Más allá de la propia diversión o el entretenimiento, la lectura es un gran aliado que nos ayuda a mejorar la atención, la concentración y la memoria de los más pequeños, de ahí discurre la importancia de utilizar siempre libros e historias adecuadas para cada edad. Por mucho que queramos empeñarnos en que nuestros hijos sean grandes eruditos, leer con ellos la primera edición de El Quijote con seis años, no nos va a servir para nada, en todo caso, podemos generar un importante rechazo hacia los libros. 

Seguro que, a día de hoy, muchos padres recordamos el momento de la lectura como una obligación impuesta por los profesores de la “antigua escuela”, con libros con gran prestigio y reputación, grandes clásicos de la literatura, pero que poco o nada se adaptan ni a la edad ni a la etapa en la que nos obligaban a leerlos. La desmotivación que ese tipo de imposición causa, desemboca en un rechazo hacia la literatura muy difícil de encauzar de nuevo.

Para evitar este tipo de trauma, hoy en día, tenemos al alcance de nuestra mano, incluso a un clic, miles de recursos y posibilidades adaptadas a lo que nuestros hijos y/o alumnos necesitan en cada momento de su vida, historias que van a estimular su imaginación y su curiosidad, que los van a hacer cuestionarse situaciones, que van a lograr que viajen sin moverse del sitio. Es increíble ser espectador de cómo la imaginación de los pequeños echa a volar cuando se le dan alas. Si nunca lo habéis hecho, probad a comenzar una historia, dadles los ingredientes necesarios para que sean ellos quienes la continúen. La facilidad con la que van a dar vida a los personajes y van a crear un mundo para ellos es asombrosa.

Durante los primeros años en los que los más pequeños todavía no saben leer, los libros ilustrados, con pocas palabras, van a ser sus mejores amigos para animarlos a adquirir el hábito de la lectura. Este tipo de libros van a ser los encargados de desarrollar un pensamiento lógico a través de la comprensión de las imágenes que muestran. 

Es posible que, como adultos, podamos caer en el error de pensar que las imágenes no son un modo lectura como tal, sin embargo, debemos tener en cuenta que, hasta los cuatro/cinco años no se aprende a leer, y ¿qué es leer sino la unión de varias palabras con las que formar frases que dan vida a textos que nosotros representamos en nuestra imaginación? Eso mismo es lo que los más pequeños hacen a través de las imágenes.

No obstante, nuestra labor como adultos es conseguir que esas imágenes poco a poco se vayan transformando en palabras, que dejen de necesitar el apoyo visual para dar forma a situaciones, personajes, escenarios…, en su cabeza. Y ¿cómo vamos a conseguir esto?, muy sencillo, sentándonos a leer con ellos en voz alta. Además, así vamos a alcanzar otro de los beneficios de la lectura, que no es otro que fortalecer la unión familiar. Dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos es la mejor manera de establecer unos vínculos paterno/materno-afectivos fuertes y duraderos. 

Un libro puede ser el sustituto de los “me aburro”, cuando ya están demasiado cansados para seguir jugando.

No hace falta decir que cualquier momento del día puede ser bueno para realizar esta actividad, no es necesario esperar a la noche, antes de acostarse. Nos puede servir como aliado en los momentos de mayor éxtasis, en los que predominan los gritos y el alboroto en casa, cuando nuestro cerebro adulto necesita un rato de descanso. Solo necesitamos hacer un pequeño ejercicio de relajación para que el cuerpo incansable de los pequeños tome conciencia de que la siguiente actividad será mucho más relajada y, una vez los tengamos tranquilos, sentados e impacientes por continuar con las aventuras, podemos ponernos manos a la obra. Además, un libro puede ser el sustituto de los “me aburro”, cuando ya están demasiado cansados para seguir jugando o cuando ya han exprimido todas las posibilidades con las que entretenerse, ahí es cuando entra en juego el perfil lúdico de las historias, el momento en el que podemos demostrarles que un libro puede ser mucho más divertido y didáctico que las pantallas. Que, en lugar de jugar con un videojuego, pueden ser ellos mismos, metiéndose en la piel del protagonista quien se adentre en una aventura, quien descubra un misterio, quien recorra mundos de fantasía que solo existen en las páginas de un libro.

Cabe destacar la autonomía que se consigue gracias a un libro a través del aprendizaje activo. El propio niño será quien marque el ritmo, nosotros como adultos seremos un mero apoyo en ese aprendizaje con el que, además, desarrollarán la comunicación. El hecho de escuchar primero y leer un poco más adelante, favorece la fluidez a la hora de expresarse, la formación de frases del modo más correcto posible a base de oírlas en los diálogos y la narración y el asentamiento de la gramática y la ortografía, ayudándoles así a cometer menos errores en el momento en el que la escritura entre a formar parte del juego. Además, es importante reforzar lo que leemos comentándolo después en voz alta, lo cual favorecerá la comprensión lectora.

Como conclusión, cabe destacar que la lectura siempre debe ofrecerse como un refuerzo positivo y debemos tratarla como cualquier otra actividad lúdica. Si observamos que existe cierto rechazo hacia los libros, es importante intentar llevarlos otra vez hacia el camino lector de una forma atrayente. Podemos proponerles realizar una pequeña representación de lo que lean, inventarse su propio final, añadirlos a ellos mismos como personajes de la historia…

Y, para acabar, no olvidemos que los niños son esponjas. Podemos aprovechar eso a nuestro favor. Si nuestro tiempo libre lo empleamos en dedicar un ratito a un libro, tenemos una gran parte del terreno ganado.

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